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No era la primera vez que sentía esa genial sensación de estar en una nube, durmiendo sin ningún dolor ni angustia. En realidad, el estado omnisciente de dormir es mi tiempo favorito de la vida, no hay dolor, no hay nada. Puedes crear lo que quieras, puedes ir a lugares inimaginables… si, extremadamente perfecto. Pero toda perfección tiene al final y ese final es, cuando abres los ojos.
Al principio no sabía ni tenía ni idea de donde estaba. La vista no se me estabilizaba por mucho que intentara abrir los ojos y tenía esa extraña sensación de tener los ojos pesados, como si hubiera estado llorando. Y evidentemente humedecidos. Había estado llorando. Luego me asaltaron los recuerdos, mi huída de Noctis y nuestra pequeña charla. Si, realmente estaba avergonzada. Tampoco tenía que adivinar donde estaba ahora, ya que mi cama no era ni de largo, tan blanda como la que estaba tumbada ahora mismo. Ni mis sabanas eran de seda ni tan finas como las que me arropaban suavemente. Así que si abría los ojos, me encontraría con la persona la cual le debía una gran disculpa. Mierda.
Saqué de mi interior la fuerza necesaria como para abrir los ojos y enfrontarme a esa persona.
Realmente estaba en su habitación. Tumbada en su cama. Arropada con sus sabanas y completamente sola. Miré a lado y lado y no había nadie. La cual hizo preguntarme porque, estaba sola ahí. La habitación era sin duda, maravillosa, como cada vez que había entrado ahí dentro. Las paredes eran de color gris y el suelo, de una suave tela de color negro, adornado con una alfombra magistral roja. Su cama era altísima, como él. Era una cama imperial, alta, oscura, con las sabanas perfectas, de color rojas también. El armario era un vestidor. No había mucha decoración, simplemente pinturas de él y su familia. La puerta estaba cerrada, así que tampoco podía salir. Ya que la norma de las sirvientas es, si el amo no quiere que salgamos, cierra la puerta. Si quiere que salgamos, la deja medio abierta. Suspiré y me senté en la cama, poniendo la cabeza contra la cabecera de la cama, de cojín negro. Preparándome para esperar a Noctis de vuelta a la habitación.
No os mentiría, os lo aseguro, si dijera que me gusta el príncipe. Pero también, como toda chica del Inferno, tenemos nuestras fantasías con él. Aunque yo con más razón, ya que de verdad me gusta Noctis, es decir, he estado enamorada de él desde el principio de los principios y el también. Pero como toda chica, hace cien años yo era una simple niña enamorada de su cuidador. Y prometimos cosas… como que nos casaríamos, saldríamos juntos y tal… pero cuando crecí y abandoné mi mentalidad de niña, esos sentimientos aun estaban ahí, aunque ahora comprendía que él, con más edad de cualquier de nosotros, yo solo era un embrión a su lado. Deje esa mentalidad, e intenté alejarme de él, pero no pude. Esos sentimientos seguían ahí, apuñalando mi corazón y el tampoco hacía nada para evitarlo, ya que sus sentimientos también estaban ahí. Mientras yo me iba alejando, el iba acercándose a mí, cada vez mas y mas.
Y luego… apareció su prometida. Mishia Phantometia. Una noble del lado oeste. Hermosa, de avanzada edad (2000 años más o menos) y no era una mera sirvienta. Je je, se ve que los espíritus no quieren que estemos juntos.
Suspiré al mismo tiempo que me salía de entre las sabanas y salía de la cama. Salí de la cama y caminé por la habitación, desperezándome. En el techo había una lámpara araña, de esas de impresión que iluminaba la habitación como mil centellas. Dirigí mi mirada, lentamente, mirando cada parte de la habitación hacia el balcón. No había cristal ni puerta, simplemente una abertura redonda desigual de piedra que daba al exterior. Salí por la abertura y salí al exterior. La luz me segó un momento pero fue difuminando hasta que logré ver la vista que tenía ya memorizada desde pequeña.
El castillo flotante estaba entre las nubes, aunque hoy el cielo estaba claro y sin ninguna. Se podía ver claramente las montañas Ajún y el mar, las tierras del norte y la plana de los lamentos. Los pájaros infernales –rojos, grandes- parecidos al ave fénix sobrevolaban los cielos. Inspiré aire y lo exhalé. Llevé los brazos en alto y grité.
Gritar siempre me relajaba. Era como cortarse las venas en ciertas personas, que el simple hecho de sangrar les relajaba. Gritar me relajaba a mí. Aunque, siempre, al darme cuenta de lo que hacía no tenía sentido me desahogue en risas. Hoy era sábado. No había clases ni tampoco tareas, simplemente tenía que ejercer mi trabajo de sirvienta. Sonreí y me giré para entrar en la habitación cuando me lo encontré.
El estaba de cara a mí, apoyado en el marco de la abertura que daba al balcón. Sus labios formaban una curva burlona y su mirada llevaba ese brillo también.
Me pasé una mano por el pelo, revolándome mientras me sonrojaba cada vez más y más. Le mostré una sonrisa mientras me escabullía por su lado para entrar dentro de la habitación cuando él me agarró de la cintura y me atrajo hacia él.
- Buenos días, Evan –Sonrió mientras apoyaba su nariz en mi cuello.
- Bu-Buenos días, su Alteza –Tartamudeé.
El rió mientras se separaba de mi cuello.
- Tengo hambre –Murmuró, con una mirada de lo más seductora e con un toque infantil.
Si, claroooo. Su hambre era sin duda diferente al resto. Ellos tienen la gran vista comida de la sangre. No son vampiros pero ellos descienden de los demonios. Y otra de mis tareas es hacer todo lo que el demonio quiera, a pesar de mí… opinión.
Lo miré fijamente.
- ¿Por qué me llevaste a tu habitación, su Alteza? –Pregunté. Si digo una verdad, siempre me ha costado hablar con educación y respeto. Soy más de “Eh tu, vente pa ca” XD
El se acercó un poco a mí. Lentamente.
- Porque no podría haberte dejado ahí, cualquier… -Sus ojos se tornaron gélidos y su mirada agresiva- hombre podría haberte recogido –apretó los puños- y tu eres mía.
Reí. Cuando alguien se alimenta muchas veces de la misma persona aparece un gran sentimiento de posesividad.
- Claro, soy tu comida –Murmuré mientras me alejaba hacia la puerta abierta de la habitación, esquivándolo.
No quería mirarlo a los ojos, porque me encontraría a dos profundos mares tristes.
- Nunca… -Murmuró y su tono de voz destrozó mi corazón.
Me giré para verlo con un aspecto aturdido y derrumbado. Como un niño que no sabe si llorar o no. Sus ojos eran muy tristes mientras me miraba.
- ¿Qué te pasó, Evangeline? –Preguntó, sin acercarse y esa distancia me rompió los muros anti-amor de mi corazón – ¿Por qué cambiaste tanto? ¿Qué te hizo cambiar?
Habían muchas respuestas: la edad, el rango, la raza… pero la que resumía a todas era el miedo.
- Tengo miedo, Noct –Murmuré, desde la lejanía.
Sus ojos se agrandaron cuando empezó a caminar hacia mí, y cada paso suyo me hacía temblar. Cuando por fin se acercó a mí, me tendió una mano, que me rehusé a coger. La rabia se asomaba en sus ojos, ahora gélidos como el hielo. Me cogió por los hombros y me llevó hacia él. Con ansias. Su abrazo era un alivio para mi corazón. Su aliento en mi cuello, sus labios rozando esa tierna piel de la oreja, sus manos llevándome hacia él, fundiéndonos en un abrazo. Mantuve los brazos caídos, sin valor para abrazarlo también.
- Evan –Murmuró, como un suspiro- sabes que nunca nadie podrá hacerte daño mientras yo esté vivo.
Sus palabras rozaron los limitos insospechados de mi alma, aliviándome. Intenté llevar una mano hacia él, pero no tenía suficiente fuerza de voluntad como para moverlas. La dejé caer de nuevo.
- No sé qué ha pasado para hacerte cambiar tanto en poco tiempo… -empezó, su voz de verdad parecía derrumbada- pero cuando sepa, quien coño te ha hecho cambiar… juro que le desgarro la garganta mientras le saco la piel a tiras.
Supe, sin dudas algunas, que ahora sus ojos se habían vuelto rojos ya que su voz si parecía de verdad demoniaca cuando pronunció su juramento. Palabras sin sentimiento y frías que hacían tiritar.
- Porque –continuó, con la misma voz- este cambio tuyo me desgarra las entrañas –escupió- contigo me sentía alguien normal, mi rango no importaba- murmuró, recordando el pasado- era tu y yo –alejó el rostro de mi cuello mientras me miraba con esos ojos rojos y me perdía en sus alargadas pupilas de felino- Evan…
Su nombre deshizo el poco hielo de mi corazón mientras lagrimas empezaban a deslizarse por mis mejillas. Lloré en silencio, mirándolo a los ojos.
Ella había dicho que no le contase nada, pero no que no le mostrara. Toqué su hombro, lo agarré mientras lo acercaba a mí. Lo llevé hacia mi rostro cuando lo toqué con la frente. Frente contra frente mientras abría mis recuerdos y le mostraba el que quería. Luego, todo se volvió blanco.
tu blog es genial.¿afiliemos,te sigo y me sigues? es en ingles pero ay traductor en el pagina.avisame y me dejes el link de tu blog para encontrarte
ResponderEliminarhttp;//checktheseblueskiesout.blogspot.com
Aww!Otro bonbonazo este Noctis!
ResponderEliminarPronto hare una lista de los bombones de las Blognovelas =) Y ten por seguro que Noct esara ahi ^^
te invito a leer el capitulo 1 de Beautiful eyes
http://beautifuleyes0.blogspot.com/
¡Hola !gracias x pasar x mi blog-te sigo y si te animas de afiliar me avisas-y por cierto el nuevo cap esta genial. pero avisame si afialamos
ResponderEliminarhttp://checktheseblueskiesout.blogspot.com
feliz Martes ... un beso
Aix que interesante!!! Lo haces genial, me encanta la historia. Besos
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